Kenninji, el primer templo Zen de Kioto.
El budismo llegó a Japón entre 650 y 700 d.C. como regalo del reino de Corea y fue bien aceptado por los japoneses. La secta Zen fue introducida hasta el año 1099 por el sacerdote Yousai y gozó del gusto de la clase gobernante, los samurai.
El sacerdote Yousai fundó el primer templo Zen de Kioto, que se encuentra en el barrio de Gion, el mismo lugar por donde las maiko y geisha deleitan con sus portes y kimonos.
Entrada al templo.
Salón de los dragones gemelos.
Los jardines de grava de dejan ver desde la misma entrada al templo.
En este templo se encuentra la pintura original de los dioses del trueno y del viento, famosos en Japón. Esta pintura es propiedad cultural del país.
Según el budismo chino, los dos dioses eran demonios poderosos, sin embargo, Buda ordenó a 33 dioses que lucharan contra ellos y, después de derrotarlos, cambiaron y sirvieron al cielo como dioses. En el budismo japonés, Raijin (dios del trueno) es representado por una figura de color blanco con varios tambores a su alrededor, de los cuales salen los sonidos de los truenos; mientras que Fujin (dios del viento) es representado de color verde con una bolsa en la que guarda distintos tipos de viento.
Este trabajo de caligrafía con las tres figuras geométricas se basa en la creencia de que todo en el universo está basado en estas tres formas.
Este jardín representa la idea anterior. Se pueden ver las tres figuras claramente.
Después de pasar algunas habitaciones con tatami se llega al jardín Zen Chouontei, uno de los jardines más bonitos que he visto.
Desde cualquier ángulo la vista es espectacular y el ambiente invita a sentarse y meditar.
Estas tres piedras centrales representan a Buda y dos monjes Zen meditando.
El jardín está lleno de áboles de hoja de maple, por lo que el escenario en otoño debe ser impresionante.
Por este pasillo se llega a los otros jardines.
Hay varios jardines de piedras.
Este otro jardín hace recordar al templo Tofukuji.
Las puertas fusuma tienen pinturas de monjes y sacerdotes.
Este es el cuarto de los dragones gemelos.
Ambas pinturas son impresionantes.
Después de pasar por un pasillo externo se llega al salón de los dragones gemelos, en donde está una pintura de casi 20 metros de longitud representando a los mismos dragones de la foto pasada.
La pintura fue realizada el 2002 para conmemorar el 800 aniversario de la fundación del templo.
Es un salón espectacular.
Vale la pena ir a Kenninji, no solo por su valor histórico sin por las cosas que se pueden ver en su interior. Jardines, salones, cuartos con tatami, salas de meditación, pinturas y arquitectura tradicional son solo algunas de las razones por las que vale la pena pasar un tiempo en Kenninji.
Cuando estuve en Kyoto, entre en este templo de casualidad. Aparece recomendado muy pocas veces y me encantó, me apasionó. Es uno de mis favoritos.
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