Catorce meses más de vivir en Japón.
Han pasado catorce meses desde la última vez que estuve en México. Creo que desde la primera vez que vine a Japón, en 2006, no había pasado más de 365 días seguidos en Japón.
Vivir en Japón es sin duda una expreciencia inigualable. Todos los días se aprenden cosas nuevas desde las bases, siempre hay algo que sorprende, alguien que hace algo inesperado o algo a lo que hay que sacarle una foto.
Japón estuvo cerrado al mundo prácticamente desde 1620 hasta inicios del siglo pasado y creo que es por eso que su cultura permaneció casi intacta y muchas de sus costumbres ancestrales aún se practican normalmente en la vida diaria. Es un país homogéneo que aún no se termina de acostumbrar a convivir con otras maneras de pensar.
Vivir en Japón no es fácil. El idioma, la comida, las reglas de sociedad, los protocolos, la manera de socializar, todo es diferente. Las equivocaciones están bien para alguien que viene de vacaciones pero, una vez viviendo aquí, no se pasan tan fácil.
Sin embargo, aunque llegué solo nunca estuve completamente solo. Mi esposa y su familia me han enseñado el alma de Japón, las costumbres más tradicionales de este país. Aunque no soy japonés, gracias a Kaori también tengo un ojiichan (abuelo) que planta arroz y una obaachan (abuela) que siempre regala sonrisas; tíos que son sensei y primos que salieron de su pueblo natal para estudiar en las grandes ciudades. Aunque no estudié en Japón viví en un diminuto departamento de estudiante. He hecho mochi en el patio trasero de la casa de los abuelos al pie de una montaña con bosques de bambú y he disfrutado de los manjares del oshougatsu (año nuevo) sentado en el tatami debajo de un kotatsu. He ido a visitar a los familiares y amigos para brindar con cerveza e intercambiar regalos. Tuve mi boda en Japón y he ido a bodas de familares.
También he acompañado a los seres queridos en los momentos difíciles de una pérdida y me he enfrentado a los obstáculos que hay aquí para los extranjeros. Todos los días extraño a mi querida familia en México. He pasado algunos temblores, he batallado con el idioma, he extrañado una Misa en español y me ha faltado el sabor de la Navidad de México. Sin embargo, no me puedo quejar de nada.
Al final de cuentas vivir es la suma de un montón de experiencias que a veces tienen buen sabor y otras veces dejan un vacío en el estómago. Lo que es una realidad es que estoy contento de vivir en Japón y me emociona saber que cada día va a traer cosas nuevas e inesperadas, que no puedo salir sin la cámara porque seguramente algo me sorprenderá en el camino y que esto no deja de ser un reto que se toma con gusto.
Que vengan los siguientes doce meses con todas sus sorpresas, risas y lágrimas, que aquí estaré para vivirlo y contarlo.
:D
Que lindas palabras, llenas de recuerdos.
ResponderBorrarTienes una linda vida en esa tierra maravillosa, sigue disfrutando y aprendiendo.
Mis mejores deseos para ti.
Saludos
Edith
Que lindas palabras, llenas de recuerdos.
ResponderBorrarTienes una linda vida en esa tierra maravillosa, sigue disfrutando y aprendiendo.
Mis mejores deseos para ti.
Saludos
Edith
Gracias Edith, muchas gracias por este año de visitar al blog. Te deseo lo mejor de lo mejor. ¡Feliz Navidad! :D
ResponderBorrarHola Amigo, me parece muy interesante esto que cuentas y me da un poco de envidia jaja! afortunadamente tuve la oportunidad de estar en Japón en junio de este año y fue la experiencia mas gratificante que he vivido y por lo cual quiero regresar cuantas veces sea posible :D!
ResponderBorrarGracias por tus historias que me hacen poner la piel chinita de lo que vi por allá, no conocí la web hasta ahora pero seguro hubiera sido de gran ayuda, y obvio los será para mi futuro viaje que estoy planeando.
Saludos y feliz navidad! un abrazo
Muchas Gracias a ti por compartir tus fotos y experiencias, haciendo que cada vez que veamos el Blog tengamos mas ganas de ir a Japón. Exitos para este año que viene!!
ResponderBorrarSaludos desde Tampico, Tamaulipas