Han pasado catorce meses desde la última vez que estuve en México. Creo que desde la primera vez que vine a Japón, en 2006, no había pasado más de 365 días seguidos en Japón. Vivir en Japón es sin duda una expreciencia inigualable. Todos los días se aprenden cosas nuevas desde las bases, siempre hay algo que sorprende, alguien que hace algo inesperado o algo a lo que hay que sacarle una foto. Japón estuvo cerrado al mundo prácticamente desde 1620 hasta inicios del siglo pasado y creo que es por eso que su cultura permaneció casi intacta y muchas de sus costumbres ancestrales aún se practican normalmente en la vida diaria. Es un país homogéneo que aún no se termina de acostumbrar a convivir con otras maneras de pensar. Vivir en Japón no es fácil. El idioma, la comida, las reglas de sociedad, los protocolos, la manera de socializar, todo es diferente. Las equivocaciones están bien para alguien que viene de vacaciones pero, una vez viviendo aquí, no se pasan tan fácil.